SOBRE LA MEDITACIÓN (VII): "el fondo meditativo"
- Dharma José Blázquez
- 29 sept
- 3 Min. de lectura

En todas estas reflexiones he tratado de poner en contexto algunos aspectos de la práctica meditativa. O sea, no son para describir una técnica meditativa en concreto, a nivel práctico, sino para captar el “fondo meditativo”, el terreno donde se cultivará la práctica. Por eso, si lo lees, quizás pueda motivarte o, al revés, salir corriendo. Pero lo cierto es que sin una base práctica, la teoría o el “fondo meditativo” queda en el aire… Sería como captar los beneficios de un asana, la forma de hacerla y de respirar en ella…, pero no practicarla.
En este “fondo meditativo” puede estar la valentía, el coraje de mirarse a uno mismo, o de preguntarse e inquirir sobre cuestiones vitales como la muerte, ¿quién muere?, ¿qué es lo que muere?, ¿qué es la muerte?… Por eso, si meditamos como un refugio, una huida, una terapia consoladora, buscando un barniz calmante, está bien, es normal al principio…, pero es conveniente saber que todavía no nos ha tocado de lleno la meditación.
En meditación Vipassana (la que más practicamos) se recuerda constantemente que todo lo observado cambia: los sonidos, olores, sensaciones, la respiración, las emociones, los pensamientos… Todo nace y muere. Algunos objetos pueden durar más, como una roca, o una galaxia, o incluso un cuerpo humano. Pero es sólo una “apariencia”, porque si lo miramos más científicamente, microscópicamente …, todo está naciendo y muriendo a cada instante. Cada año que pasa, cada mes, cada segundo…, todas las partículas subatómicas del cuerpo han cambiado ¡millones de veces por segundo! Y, sin embargo, nos sentimos ser los mismos.
En distintas tradiciones meditativas (por ej., el Budismo Theravada) hay una inclinación a fijarse en el objeto cambiante (la respiración, o las sensaciones, o los pensamientos, etc.)..., donde no hay nada sólido, permanente e independiente. Llegar a Comprender esto Cabalmente, Plenamente, implica el Despertar, el fin de la insatisfacción que produce siempre todo lo que nace y muere.
Pero en otras tradiciones meditativas (por ej., el Yoga Clásico o el Vedanta) el enfoque final está en descubrir el Sujeto Último, en Ser Lo Que Eres más allá de todo lo que cambia en Ti. Es decir, se mira hacia el Sujeto Permanente, el Atman, o el Ser.
Son tradiciones que llegan a lo mismo. Incluso a “fanáticos” de una tradición se les puede mostrar textos de esa misma tradición que apuntan a lo que dice la otra.
En la tradición occidental lo vemos en dos filósofos griegos. Decía Heráclito que todo cambia, que “no podrás bañarte dos veces en el mismo río”. Y un discípulo suyo agregó: “y tampoco podrá hacerlo dos veces la misma persona”.
Y Parménides decía: “Todo es permanente”.
Sí, son dos caras de la misma moneda. Todo lo que cambia no soy yo. Y cuanto más me aferro a lo que cambia, más insatisfacción y sufrimiento tendré…, porque se irá (este cuerpo, esta casa, estas ideas políticas o religiosas, esta cuenta bancarias, etc.).
Pero cuando todo se suelta, entonces Eres.
Yo Soy Eso que no puedo perder.
Y Lo Que Soy…, nunca ha nacido ni nunca morirá. Aunque se expresa y “juega al escondite” en todo lo que cambia, en todo lo que nace y muere.
Por eso, la meditación “en serio” no es fácil, nada fácil, porque se necesita que surja en la “persona” cambiante el enorme anhelo de trascender y soltar a la “persona”… Y ese rabioso anhelo, cuando llega, viene como un impulso del Ser.
Hasta que llegue eso, la meditación consiste en “centrarse”, estar más consciente, en mirar con mucha paciencia, constancia y ecuanimidad la “casa de cuerpo”, su entorno (sonidos, olores), la energía que sostiene la casa (la respiración), la vida interna de la misma (pensamientos, emociones, deseos, etc.).
… O sea, preparar el terreno, porque quién sabe cuándo surgirá la demanda, el silencioso anhelo de mirar Al Que Mira…, de llegar por fin a casa (de la que nunca salimos)…, de encontrar al Meditador.
Om Shanti!
José (Dharma)
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